lunes, 23 de noviembre de 2009

La otra prisa


El hecho parte cuando Z. coge mi cámara y hace una foto.

Hemos decidido tomar un café en la zona universitaria después de comprobar que las cafeterías del centro están abarrotadas. Es un hecho; el domingo es en verdad el primer día de la semana y no el último.
Z. es jóven y misteriosa, demasiado de las dos cosas, y puedo decir sin remilgos que me siento intrigado. Esta tarde, sin embargo, parte de su misterio es un barco a la deriva. Hay algo en su conversación que me resigna a una lentitud de luto, a un papel tronzado.
Aparcamos el coche, atravesamos el puente de hierro y descendemos por las escaleras. Las botas de Z. resuenan por la avenida y es fácil distraerse en ese ritmo de pasos que parecen decir 'no llevamos prisa', aunque en realidad sabemos que todo es una enorme prisa que restalla, que está eclosionando siempre.

La fotografía creo, es otra cosa. Su prisa es otra, más pérfida; ya ha llegado y parece sin embargo no haberse movido nunca. Toda imagen parte de un temblor, de una resonancia, una vibración, una premura incandescente por ver algo más allá de lo aparente. Algo que está gritando siempre nuestro nombre, con la lengua fuera, como queriendo decirnos que ya es siempre tarde.

A pesar de todo Z. coge mi cámara y hace esta foto.

Z. (2009)

lunes, 9 de noviembre de 2009